A veces no es falta de motivación. Es sedentarismo disfrazado de cansancio mental.

La ansiedad no siempre entra como un torbellino. Muchas veces se cuela en silencio, camuflada entre la rutina. Te convence de que estás cansado, que necesitas descansar, que mañana será mejor. Y mientras tanto, el cuerpo acumula inmovilidad y la mente acumula ruido.
Pocas personas hablan de esto, pero el sedentarismo no solo afecta al cuerpo. También le roba espacio a la claridad mental. Estudios recientes (Harvard Health, 2023) confirman que la falta de movimiento puede elevar los niveles de ansiedad y reducir la capacidad de enfoque. Lo curioso es que casi nadie lo nota… hasta que el peso mental es demasiado.
No es casual que cuando más quietos estamos, más pensamos. Y cuando más pensamos, menos actuamos. Es un ciclo que se refuerza solo.
Por años creí que mi fatiga era mental. Que necesitaba más descanso, más fines de semana tranquilos, más pausas. Lo que realmente necesitaba era moverme. No para alcanzar un “físico ideal”, sino para darle a mi cuerpo el espacio que pedía y a mi mente el silencio que tanto buscaba.
El movimiento no siempre es entrenamiento intenso. A veces es caminar, estirarte, hacer respiraciones profundas mientras activas los músculos que llevan horas dormidos. Pequeños actos físicos que reordenan tus pensamientos más que cualquier charla motivacional.
Si has sentido esa inquietud que no se calma con descanso, esa sensación de estar atrapado en tu propia cabeza… no es solo cansancio. Puede ser tu cuerpo pidiendo moverse.
Empieza por prestarle atención. Comienza ahora.